Monday, October 24, 2005

Lluvia...


Hace mucho tiempo publiqué este cuento en "el foco de la cocina", muy a tono para esta temporada, espero que les guste.

...Para Ulises Solís

Y nuevamente la lluvia, debí traer el paraguas aunque me estorba y fastidia cargarlo, pero ahora es demasiado tarde para lamentarse, solo me resta abotonarme la chamarra hasta arriba; menos mal que ya a lo lejos puedo ver que se aproxima el pesero -o como se llamen esos autobuses blancos con una franja verde y amarilla- a la parada.
La banca metálica está ocupada en su totalidad, y el resto de la gente que espera el transporte se apila tratando de buscar cobijo debajo del pequeño toldo de aluminio.
Mientras el camión frena, una anciana mujer comienza a evaluar el esfuerzo que hará para subir al autobús, me adelanto para ayudarla a sostener sus pies en los peldaños sin que se caiga, no tanto por el gesto de caballerosidad que esto implica, sino porque con ello me ganaré el privilegio de subir después de ella y antes que toda la gente que llevaba algún tiempo esperando. Después de introducir las monedas en la caja y advertir algunas miradas de "maldito oportunista" me dirijo a la parte posterior del autobús; es inútil decir que no encontraré un asiento vacío a esa hora de la tarde, pero me agrada descubrir que aún puedo recargarme junto a una ventana y asirme firmemente a uno de los postes que sirven para detenerse si hay un frenazo, o para golpearse la cabeza según sea el caso.
Aún con la espalda pegada al vidrio, recurro a la inútil precaución de cambiarme la cartera al bolsillo delantero de mis pantalones de mezclilla. Digo inútil porque si alguien va a robarte en la ciudad de México, es porque conoce todos los ingenuos trucos de los cuales nos valemos los honrados ciudadanos.
Mientras el autobús comienza a avanzar, estudio los rostros a mi alrededor: el hombre que cabecea y se sobresalta sin cesar atormentado por la falta de sueño; la mujer que lleva al bebé en brazos; el joven que lee atentamente su prensa deportiva, -siempre me ha parecido curioso que la gente lea con tal interés la prensa deportiva cuando no tienen una idea de lo que sucede en el país, sin embargo, conocen vida y obra de cada jugador de fútbol-. Volteo la vista hacia la ventana con la intención de saber cuánto me falta para llegar a mi destino y veo que aún no estoy en el punto que, los establecimientos de muebles para baño se van haciendo más frecuentes en la avenida División del Norte.
Tres adolescentes corren sobre la acera con la sonrisa dibujada en el rostro, supongo que siempre constituye una alegría verte en medio de un aguacero y saber que no te mojó solo a ti, sino también a tus amigos.
Fue en ese preciso momento cuando al volver la vista al interior del pasillo me percaté de su presencia. Lo primero que llamó mi atención fue su mano que se asía del tubo a escasos centímetros abajo de la mía, una mano blanca y con uñas cortadas al ras, de una mujer cuya vanidad no se reflejaba en la manera en que se arreglaba las manos. Ella estaba sentada en el asiento que estaba a mi derecha. Botas de minero, pantalones de mezclilla azules, una chamarra impermeable color naranja y una blusa blanca abrochada casi por completo, completaban el atuendo de la mujer más hermosa que he visto en toda mi vida. Su cabello rojizo recogido en una coleta, algunos mechones que habían logrado escapar del lazo, caían a los lados de unos pequeños lentes metálicos.
Leía: "El Maestro de Esgrima", sosteniendo el libro con una mano y la otra aferrada al tubo del autobús, supongo que para evitar un poco el vaivén del autobús y mantener la mirada enfocada en el texto el mayor tiempo posible sin lastimar su vista.
La observo detenidamente sin siquiera darme cuenta de la expresión que debo tener en el rostro; seguramente puse una cara que hubiera matado de risa al más serio. Ella comienza a levantar la vista y volteo rápidamente la mirada creyendo que se ha percatado de la manera en que la estoy mirando. ¿Será cierto que algunas miradas son tan penetrantes que pueden sentirse? Quizá jamás lo sabré, yo nunca lo he creído. Lo cierto es que esa tarde lluviosa estuve a punto de creerlo porque alcancé a mirar de reojo que sus ojos se posaron en mí un par de veces. ¿Qué hacer? ¿será posible que al bajar del autobús no vuelva a verle más? ¿subirá regularmente a ésta hora en el mismo transporte? ¿me atreveré a hacerle un comentario sin sonar estúpido rompiendo el insoportable silencio que reina dentro de este autobús? No lo creo, soy demasiado cobarde. Ya me lo dijo mi amigo Hugo una vez: "me recuerdas a aquel tipo del cuento de García Márquez que se quedó todo el vuelo mirando a la mujer que dormía a su lado y jamás habló con ella". Pues sí, tal vez esa timidez sea mi desgracia, o el miedo a hacer el ridículo, no sé de qué, toda esta gente no me conoce y no debería importarme lo que piensen.
Eje 8 Sur. He llegado a mi destino y me limito a dirigirle una última mirada, conservando la esperanza de que los breves segundos que la vea sean suficientes para conservar la imagen impresa en mi memoria, el recuerdo de su persona en mi mente esperando que dure por siempre. El timbrazo, la puerta que se abre, la oleada de aire frío y el reflejo de la tenue luz de un cielo nublado sobre la acera que recoge las últimas gotas de lo que fue un tupido aguacero de tarde a finales de Agosto. El autobús avanza otra vez y volteo la mirada una vez más tratando de distinguirla entre los rostros inexpresivos detrás del vidrio. El autobús frena bruscamente, la puerta se abre y ahí está ella, abriéndose paso entre la gente que parece custodiar la puerta. El chofer arranca y ella tuvo que dar un salto para impedir la pérdida de equilibrio, creo que nunca me había visto reaccionar tan rápido como en aquel día, lo cierto es que llegué justo a tiempo para sostener su mano antes de que pudiese caer, aunque el empujón casi me hace caer a mí. Desgraciadamente el libro había caído en un charco al lado de la acera.
- ¿Estás bien?
- Si gracias, ¡esos choferes son unos pendejos!
- Bueno, y también hay pasajeros a quienes se les pasa su parada.
Silencio sepulcral, la fría mirada clavándose en mis ojos... estúpido, ¿porqué dije eso?
Sentí que mi corazón volvió a su lugar cuando soltó la carcajada más hermosa que recuerdo haber escuchado jamás.
- ¡Cierto! el libro es muy interesante y me clavé demasiado en la lectura. ¡Qué mala onda, se mojó todo! ¡pinche conductor!
- Bueno, el papel se seca si está en un lugar cálido. Esta vez el maestro Astarloa si fue a dar al fondo.
- ¡Ah, lo leíste!
- Si, hace algún tiempo...
- ¿Te latió?
- Bastante, creo que es de mis favoritos de Artu...
- ¿Qué más has leído de él? A mí me ha gustado, pero creo que no conozco mucho al autor.
Vamos, no seas idiota, ahora es cuando...
- Pues bueno, si quieres -rayos, no sé si podré hacerlo-, podemos ir a tomar un café y platicamos un rato, sirve de que tomamos unas servilletas y secamos un poco el libro.
- Ah, no sé... no acostumbro esto.
Bueno, se hizo la lucha... no, un momento... un último intento.
- Bueno, yo tampoco acostumbro hacerlo, pero si crees que es mala idea...
- Ni siquiera sé tu nombre...
- Lo siento, Ulises... es un placer
- Hola Ulises, soy Mariana.
Qué dulce sonaba ese nombre al ser pronunciado por esos labios, resonó dentro de todo mi ser como un melódico y sublime solo de violín durante un tiempo que me pareció una eternidad...
- Y ¿me vas a invitar el café? o vas a quedarte ahí parado...
- ¡Ah, sí...! perdón.
No sabía que sirvieran café en el Santa Clara, eso me salvó de caminar 5 calles hacia un café de Coyoacán. No es tan bueno este café, pero creo que por ahora es lo que menos me importa.
La bella Mariana me contó que era estudiante de preparatoria y que el libro lo estaba leyendo porque era una tarea escolar y además tenía que investigar sobre el autor. No soy un erudito en la obra de Pérez-Reverte, pero creo que me gusta mucho la forma de escribir de ese autor. Me gustan sus personajes, hombres enigmáticos y firmes que se rigen bajo sus propias reglas y un código de honor propio de los caballeros medievales; cuyo carácter te llega a cautivar desde las primeras páginas.
Aunque también llama mi atención el impredecible comportamiento de sus personajes femeninos. No recuerdo por completo el rollo que le solté esa tarde, aunque tengo la impresión de que le interesó mucho pues no apartó su vista de mí un solo momento. Al menos recuerdo cinco veces la sonrisa tomando forma en sus labios. Le pedí su teléfono, me lo dio de buena gana, escrito en una pequeña tarjetita blanca.
La acompañé a su casa, que dijo estaba a una calle de ahí. Me sentía feliz, creo que para haber sido un encuentro casual había sido muy agradable y hasta ahora todo marchaba bien. Digo marchaba porque no todo puede ser como en las películas, o mejor dicho en las telenovelas.
A la puerta del edificio estaba un tipo imbécil que no se dignó a aceptar la mano que le ofrecí cuando Mariana dijo: "te presento a Raúl, mi novio", sino que se limitó a decir: "tengo una hora y media esperándote, ¿dónde chingados estabas? ¿quién es él?".
Qué situación tan incómoda, pero creo que no me corresponde hacer nada al respecto, no tengo ganas de hacer el héroe y además no sé si esta historia requiera de uno. Mariana se volteó, me dirigió una mirada que pedía mi comprensión y misericordia, al mismo tiempo mostraba su deseo de que me marchara para no agravar las cosas.
- Buenas noches Mariana.
- Buenas noches Ulises, gracias por todo...
Mientras camino hacia a la avenida, escucho su voz tímida que se apaga, pidiéndole a su novio que suba y deje de gritar porque los vecinos van a salir.
Supongo que una Adela de Otero jamás permitiría que alguien le hablara a ella en ese tono, antes le atravesaría la garganta con su florete. Es una pena... debo apresurarme, tenía que estar en el consultorio del dentista hace más de una hora, ya está oscureciendo... y nuevamente la lluvia.

Agosto de 2001

2 comments:

Joakimzaz said...

Por cierto, para todos los que me han preguntado les respondo: si, efectivamente yo lo escribí!

Anonymous said...

Todas las almas presurosas encerradas en una selva de intereses y mentiras.. ni quien pensarlo que una de las mejores historias de tu vida.. se dieran en algo que la gente tanto odia..

7 de marzo..